domingo, 31 de enero de 2010

Teorizando...




Tenemos blog nuevo en la parrilla. Un fichaje más al que seguir las anecdotas y fechorías escalo-montañeras y de otros tipos que vaya documentando. Sin duda, las disfrutaremos con placer, como esos días de estufa de leña y café o te con leche en su casa.
¡¡Bienvenido!!

Y recordad... no por mucho teorizar encadenas más temprano...

miércoles, 20 de enero de 2010

La cima esquiva y el misterio del calcetín


De forma apresurada el sábado por la noche me decido a hacer algo el domingo, aprovechando una supuesta mejoría de tiempo que dan a partir de la una o así. Jaime y Juanjo se apuntan sin pensarlo mucho. Nuestro "desafío extremo" será intentar subir al Coriscao, pues tengo ganas de estrenar las raquetas de nieve que los reyes majos me han regalado. Funciona esto de no hundirte mucho en la nieve, así que en la mayor parte de la subida tengo ventaja respecto a mis compañeros, aunque tampoco tienen que abrir mucha huella (salvo cuando Jaime se hundió hasta la cintura, jejeje). Vamos algo tarde porque se supone que por la mañana era cuando iba a estar peor la cosa. No hace excesivo frío, ni hay viento, pero la niebla va y viene y el cielo sigue cubierto. A mitad de recorrido nos cruzamos con un grupo de cuatro y algo más tarde con otros dos montañeros más. No vamos deprisa, pero sólo nos paramos para beber agua de vez en cuando, momentos que aprovechamos para hacer alguna foto, aunque el día no está para mucho. La ladera que hay que cruzar antes de llegar al último collado nos hace ralentizar la marcha pues es donde parece haber más nieve. Así, llegamos al pie de la última pala y la niebla se va cerrando más, aunque las marcas del paso de nuestros predecesores son evidentes.
Comenzamos a subir aceptando que este último esfuerzo será el más agotador, y así es. Además, la nieve se endurece más y más al ascender, hasta que nos aproximamos ya a la cresta superior y el escalón casi vertical que se suele formar. Metidos en la nube comenza a nevar muy suavemente. Ya sin las raquetas en los pies pateo la nieve para hacer peldaños y a unos tres metros de la parte superior la nieve ya es demasiado dura y no se deja malear para subir con seguridad (y menos bajar). Puesto que Jaime y Juanjo no cuentan con crampones, yo los había dejado en el coche, porque o subíamos todos o ninguno. Y así fue. Ninguno. Vencidos por escasos tres metros de nieve dura de mucha inclinación, pero no íbamos a arriesgarnos a un resbalón tonto. Así que vuelta para abajo, comida en el collado, y hacia San Glorio.
Mis compañeros se adelantan enseguida, pues me han empezado a doler las rodillas más de lo que había previsto, lo que me supondrá un suplicio durante toda la bajada. No nos reunimos hasta la mitad del descenso, donde me esperan, y después de beber del termo les doy las llaves del coche para que no me tengan que esperar. El tramo desde el collado de Llesba lo hago ya de noche con una linterna.

p.d.: el enigma del calcetín consiste en que al cambiarme las botas saco los calcetines secos, me pongo el primero dejando el otro ahí mismo, y cuando lo voy a echar mano después: desaparecío por arte de magia. Estuve un buen rato buscando por donde se podría haber caido (suelo del coche, debajo de este, bolsa de las botas, etc etc) y nada. Y al dejar a Jaime en casa y salir del coche... ahí está debajo de los pedales, donde antes no había nada.

Fin de la historia... hasta otra!!

lunes, 11 de enero de 2010

Foticas de la nevada

A pesar de la tortícolis que tengo desde el viernes, pude salir un rato el domingo para sacar algunas fotillas en Peñacastillo y por el paseo marítimo. Os dejo algunas de ellas.

Picos de Europa





Sierra de Peña Sagra






Sierra del Cordel




Puerto deportivo de Raos




Desde lo alto de Peñacastillo




Peña Cabarga




Peña Rocías y el Mortillano



Espero que las hayais disfrutado...





domingo, 3 de enero de 2010

FELIZ AÑO NUEVO A TO QUISQUI!!

RELATO


Todo ocurrió muy rápido, con movimientos casi fugaces, en un periodo de tiempo efímero, pero suficiente para salir derrotado y caer en la arena, de espaldas, boca arriba. El fragor de la lucha había conseguido teñir de rojo la arena. El gladiador no había salido impune del enfrentamiento; su adversario había conseguido infligirle una herida por la que, ahora, brotaba el fluido rojo interior del atacante. La sangre se acumulaba en pequeñas gotas que saltaban al vacío para, posteriormente, estrellarse contra el suelo y mezclarse con los granos de arena que lo formaban. El gladiador esbozó una mueca de rabia y furia, más que de dolor, ante la presencia de la sangre que manaba de su cuerpo. Estaba solo, frente a su oponente, sin nadie alrededor para ayudarle en su lucha o tan siquiera para presenciar la escena. Sin testigos, no hacían falta. De froma limpia, como siempre. Sin argucias, sin trucos, sin engaños, ya que no conducían a nada. Había tomado una decision: todo acabarría pronto, en un sentido o en otro. Para bien o para mal, pero pronto. Mejor aún, ahora mismo, en caliente. ¿Por qué esperar más? Se limpió la herida lo mejor que pudo sin dejar de mirar a su presa y, sin perder tiempo, atacó de nuevo, con furia, pero esta vez con la mente despejada, sintiendo su movimientos. Sin pensarlo dos veces, pero realizándolos en su justa medida. Lanzaba sus estocadas con maestría, con fuerza. La victoria se vislumbraba, pero el enemigo era poderoso y consiguió zafarse de su acoso. Nuevamente, fue a parar con sus huesos en la arena, la cual se sacudió mientras se ponía en pie otra vez. La desesperación estaba a punto de apoderarse de él, jamás había tenido que lidiar con un oponente de resistencia semejante. Ya se lo habían advertido, y no hacía mucho. Se había acostumbrado a ganar de manera rápida y, en ocasiones, contundente, lo cual, sin duda, le estaba pasando factura en esos momentos. Pero no era tiempo para lamentaciones. Se quitó de nuevo la arena que se le había pegado y se limpió también la herida, que había vuelto a sangrar después del nuevo lance. Por unos instantes volvió a estudiar a su contrario, como hiciera al principio de la contienda. Observó sus puntos débiles y los fuertes, y resolvió que la mejor manera de vencerlo era como lo había estado intentando hasta ahora, pero con mayor decisión, con más ímpetu. Esta vez no podría resistirse, no lo volvería a tirar contra la arena. Ya tenía una herída y eran más que suficientes. Se acercó despacio, casi con timidez, vacilando, como si no estuviera seguro de lo que acababa de decidir, pero una vez estuvo lo suficientemente cerca actuó con presteza, sin piedad, afirmando cada movimiento y sin retroceder, sin pausa, pero controlándolo todo. Fue una lucha corta, pero intensa, sin fallos, lo que le había dado la victoria. Había superado su obstáculo más difícil hasta el momento. No sin esfuerzo, pero con cierta maestría, sin duda. Lo único negativo era su herida, que continuaba sangrando, pero eso ahora apenas tenía importancia. Había vencido, lo había conseguido cuando muchos sostenían que era un adversario demasiado difícil. El gladiador de la arena se dispuso a bajar del bloque que acababa de escalar en el sector Cuvier Rempart del bosque de Fontainebleau, para limpiarse la herida de su dedo en condiciones y continuar midiéndose con nuevos adversarios de arenisca.
Cosecha propia del año 2002




Foto: Santa Gadea