lunes, 8 de noviembre de 2010

Pirineo aragonés II: Ordesa y Monte Perdido


La segunda parte de nuestro periplo por Huesca nos llevó hacia el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, declarado como tal en 1918, poco después del parque de la Montaña de Covadonga. Así, el miercoles 13 de octubre, después de bajar de La Renclusa y hacer la compra en Benasque, pusimos rumbo a Torla. Y parece que lo de perder tiempo iba a ser nuestro sino estos días, porque la carretera está en obras y nos paran, durante un buen rato, antes de llegar a Ainsa. Con el tiempo justo llegamos a Torla y vamos disfrutando del camino que nos queda hasta llegar al parking de La Pradera de Ordesa.


Ocre, amarillo, verde: los colores del otoño en Ordesa

Tenemos el tiempo muy justito para comer y acabar de organizar las mochilas, si queremos llegar con luz al refugio de Góriz, nuestra meta de ese día. Según los libros consultados, la ruta dura unas tres horas y media, así que si metemos caña y va bien la cosa, con las mochilas grandes, espero no tardar más de cuatro. Pero Lara se ha pasado por la caseta de información y la han dicho que son cuatro horas y media, y que también hay dos palmos de nieve por encima de los 2500 metros. La verdad es que me fio más de lo que consulté en los libros de rutas que cayeron en mis manos, que en los tiempos "para turistas" que dan en la oficina (parecido ocurre en Picos con los tiempos de los carteles), y no soy un supermontañero ni mucho menos. No obstante, con la mosca detrás de la oreja, nos ponemos en camino y me acerco a un cartel, aunque tenga la certeza de que es por la izquierda. El cartel indica Refugio de Goriz por GR11, por la izquierda, y Refugio de Goriz por la Senda de los cazadores, por la derecha. Me sonrio un poco al acordarme de Rafa y Oli y de su experiencia con la Senda de los Cazadores (jejeje), y empezamos a andar a buen ritmo.



GR11 cruzando el boque


Seguimos el GR11 que asciende paralelo al río Arazas, con la motivación de descubrir un lugar nuevo, y la fortuna de tener una tarde agradable en lo metreológico. El sitio es una pasada. Cruzar ese bosque en otoño, con todo ese colorido, con las hayas y los abetos entremezclados en las laderas, y los rayos del sol entrando inclinados entre las hojas de los árboles, dándole una magia especial a todo, no tiene precio. Y más, después de haber estado el día anterior asqueado con la niebla. Sólo lamento una cosa... no poder parar a disfrutar de semejante espectáculo con calma y sacar la cámara de la mochila. Meto prisa a Lara para no entretenernos y conseguimos coger un ritmo bastante bueno, y miramos a uno y otro lado para empaparnos de naturaleza. Adelantamos a turistas andarines que no tienen prisa por llegar a ningún sitio concreto, aunque alguno hay que se plantea llegar al glaciar, preguntando a un montañero que baja "cuanto queda para el glaciar" (no pude evitar descojonarme por dentro). Caminamos y caminamos, haciendo alguna pequeña parada para beber y, de paso, admirar alguna de las numerosas cascadas que hay en el recorrido.





Circo de Soaso



Llegamos por fin a la famosa Cola de Caballo, una bonita cascada que se forma al fondo del Circo de Soaso. Desde aquí toca remontar una pedrera que me recuerda a las de Picos, aunque existe una alternativa, las Clavijas de Soaso, tramo más corto, pero mucho más vertical. Lara quiere ir por las clavijas, pero la hago entrar en razón, que llevamos mucho peso. De tiempo vamos a andar ahí ahí para llegar con luz, pero la certeza de estar ya muy cerca nos ayuda a continuar sin problemas, a pesar del cansacio. Al final, hacemos los últimos 15 minutos sin apenas luz, pero el camino y los hitos todavía se intuyen y no hay que sacar la frontal. Y casi sin darnos cuenta, la luz del refugio está ahí. Aquí ya hay más gente que en la Renclusa, y todos cenamos y dormimos a los pies de Monte Perdido.

La Cola de Caballo

El jueves 14 amanece un día perfecto. Por el tema de la nieve el Taillón queda descartado, y mirando el mapa, una buena alternativa quizá sea el pico que está frente al refugio, cosa que nos sugiere también el guarda. Salimos del refugio sin ninguna prisa y nos deleitamos con la montaña pirenaica, que tiene unas características diferentes a las que estamos acostumbrados. Aquí las dimensiones son mayores. Vamos parando a hacer fotos a charcos helados, a los picos... Yo me imagino las fuerzas que crearon estas montañas y que plegaron los materiales que las forman.


Punta Tobacor (2779 mts) desde el refugio

Hace frío, y por la noche lo ha hecho más (Perogrullo baja que subo yo), así que algún tramo enfangado está totalmente helado. Incluso se ven los cristales de hielo formados por capilaridad. Esto tiene un nombre, pero no consigo recordarlo, así que os pongo la foto y ya.


Cristales de hielo en el barro


Agua helada y Cuello de Millaris,
con uno de los Gabietos y el Taillón (3144 mts) asomando

Lara en el Cuello de Millaris, con el Casco (dcha) y el Taillón de fondo

Llegamos al Cuello de Millaris (2457 mts), un collado desde donde se puede seguir hacia la Brecha de Rolando, bajar hacia Cotatuero o bien, nuestra opción, coger la cresta que sube hasta el Pico Tobacor (2779 mts). Nuestro camino desde el refugio hasta el collado llevaba un rumbo noroeste, y en él gira hacia el sur, por lo que hemos rodeado todo el Circo de Góriz. Es fácil imaginarse por donde bajaban los glaciares en el Cuaternario en este lugar, porque sus huellas al excavar profundamente los valles son bastante evidentes. El hielo colgado en las paredes de los tresmiles de la zona, como la Torre de Marboré, el Cilindro o Monte Perdido, y de otras cotas más bajas, incluido "nuestra" Punta Tobacor, confluiría en el Circo de Góriz, creando una lengua de hielo aún mayor, que se desplazaría lentamente hacia el Circo de Soaso, donde las paredes en artesa (verticales) y el fondo de valle plano son de libro. Entre ambos circos, además, un torrente subglaciar empezaría a labrar lo que hoy es el curso del río que forma la Cascada Cola de Caballo. Y el glaciar continuaría su camino valle abajo, modelando el valle de Ordesa a su paso, y juntándose con más lenguas glaciares, como la que bajaría del Circo de Cotatuero.
Fósil en la cresta entre Millaris y Tobacor
Lara rápidamente me coge ventaja. Con mochila ligera anda más que yo. Al final, llegar hasta el pico (2779 mts) nos lleva más de lo que pensabamos, porque la paliza de los días anteriores pesa, pero que más da. Arriba ya hay cuatro montañeros sacandose fotos, y uno de ellos se presta a sacarnos una a los dos juntos.

Lara y yo con Monte Perdido (3355 mts) a nuestra espalda

Las vistas son muy bonitas, y merecen con mucho el esfuerzo. Reponemos fuerzas con un "sopistán" y nos dedicamos a observar el paisaje, y a hacer fotos, claro. Por cierto, lo de la nieve a 2500 que nos dijo el de información el día anterior, nada de nada. Había a partir de 2700 mts y tampoco mucha, pero en algún tramo estaba algo durilla para la época del año.

Vista desde la cumbre hacia el sur


Las Tres Sorores: Cilindro de Marmorés (izda), Monte Perdido y Pico de Añisclo




Taillón, Falsa Brecha, Punta Bazillac, Brecha de Rolando y El Casco



Hacia Cotatuero, y Sierra de Tendeñera a lo lejos



Circo de Cotatuero

Tampoco pudimos estar todo lo que nos hubiera gustado, pues ese mismo día teníamos que bajar y llegar a Sabiñanigo, así que emprendimos la marcha hacia el reffugio para comer allí. Los dos nos resentimos de nuestras pequeñas dolencias en las rodillas, por lo que no podemos darnos mucha prisa bajando.

Punta Tobacor desde el norte
Las nubes tapan los tresmiles a nuestra bajada de Góriz
La verdad que en el refugio, después de comer, no tengo ni pizca de ganas de bajar, pero no hay más remedio y cargamos con la mochila, ahora más ligera, rumbo a la Pradera. Dejamos atrás Las Tres Sorores y pasito a pasito intentamos dar caza al sol, que se va escabullendo por el valle huyendo de nosotros. No me iba dar tiempo a sacar ninguna foto decente en el bosque, lo que me fastidió un poco (bastante), pero no se puede estar a todo en esta vida, así que me conformé con forzar alguna de recuerdo.


Cartel de antes de subir la pedrera en Soaso



Abandonamos el Circo de Soaso poco después que el sol

Esta vez, nos detuvimos más en alguna de las bonitas cascadas que jalonan el río. Paradas motivadas también para dar cuartel a nuestras piernas agonizantes, después de cuatro días.


Lara en una de las múltiples cascadas

Oscurece más y más deprisa, y apenas hemos alcanzado el bosque. Desde la parte de arriba de las clavijas, no hemos encontrado ni un alma, así que el resto del camino lo hacemos solitos, teniendo la sensación de tener que cerrar la puerta del lugar cuando salgamos. Forzamos la vista, acostumbrándola a la penumbra del bosque y de la noche, hasta el punto de intuir el relieve del camino, más que verlo, por lo que se sucede algún tropezón que otro. Al final, llega el momento de sacar la frontal, que está más oscuro que los cojones de un grillo. Este último tramo se nos hace interminable. Curvas y recurvas de pista, que intentamos recordar de nuestra subida, para hacer cábalas sobre cuanto nos queda para llegar. Y en un momento dado, escuchamos un ruido raro a nuestra espalda, nos damos la vuelta y parece como si una luz nos siguiera. Lo curioso es que a los dos nos da la sensación de que se mueve como si alguien fuese en bici. De la manera más tonta nos ponemos a pensar en las pelis de terror, en las que una pareja joven es atacada por el perturbado de turno con un hacha. Jajajaja. Así que no le quitamos ojo a la luz. Nunca se sabe (y si no se lo preguntais a Oli, que una vez, mientras dormía en su saco vio la silueta recortada de Pablo en la puerta de la cabaña del Agero, después de haber estado hablando esa noche sobre cosas por el estilo y...). Por fin llegamos al coche, y la luz y el ruido se fueron acercando hasta convertirse en el tintineo familiar de unos mosquetones chocando entre sí, colgando del arnes de una pareja de escaladores, que debían venir de la Pared del Gallinero. Así que la puerta de Ordesa la cerraron ellos.


Y colorín colorado, este cuento se ha acabado... por el momento.
Saludos a tod@s, y nos vemos por el monte. ¡O eso espero!


martes, 2 de noviembre de 2010

Monte Aá


Hacia la vertiente de Carmona

Aprovechando que el sábado por la mañana los del tiempo no daban lluvia agarré la bici para darme una vuelta por la pista de Monte Aá (Ruente), que sube atravesando un bonito bosque mixto de robles y hayas, y en el que podemos encontrar ejemplares centenarios de ambas especies, llegando a tener algunos la catalogación de "árbol singular". Esta vez no me adentré en el bosque para verlos, pero si os dais una vuelta por allí merece la pena visitar el cajigu del Cubilón, el Mellizo y el Belén. Aunque el primero de ellos ya no permanezca en pie, al haber sido quemado por accidente por un pastor inexperto que pretendía limpiar la base de rastrojos a principios del siglo XX. Este ejemplar pudo ser el roble que más fruto diera de toda Cantabria. Medía 14 metros de cuerda en su base y podía albergar a dos parejas de tudancas en su interior. Hay una anecdota que cuenta que Napoleón llevaba una bellota de este árbol milenario en un engarce de oro (1).
Servidor con el bosque de monte Aá al fondo
En lo deportivo mi objetivo era conseguir subir del tirón, sin tener que bajarme de la bici, como hace unos años cuando fui con Jaime. Y lo conseguí. Sufriendo un poco, eso si, pero tampoco estoy muy entrenaddo en esto de la bici. Tardé unos 47 minutos, y aunque la pendiente no se puede considerar dura , para mi ya era un reto. Además, tengo especial cariño a esta zona por haber hecho el proyecto de fin de carrera de cuando estudiaba geografía sobre este bosque, y hubo un tiempo en el que lo pateé de arriba a abajo bastantes veces.

Vista hacia Rionansa y Lamasón

Al estar el día tristón, las vistas no eran una maravilla. Los nubarrones estaban anclados a Peña Sagra y ocultaban los Picos, pero hacia Lamasón se veía ya nieve en las laderas.

(1) "Árboles singulares de Cantabria", Enrique Loriente Escallada.