Ocre, amarillo, verde: los colores del otoño en Ordesa
GR11 cruzando el boque
Seguimos el GR11 que asciende paralelo al río Arazas, con la motivación de descubrir un lugar nuevo, y la fortuna de tener una tarde agradable en lo metreológico. El sitio es una pasada. Cruzar ese bosque en otoño, con todo ese colorido, con las hayas y los abetos entremezclados en las laderas, y los rayos del sol entrando inclinados entre las hojas de los árboles, dándole una magia especial a todo, no tiene precio. Y más, después de haber estado el día anterior asqueado con la niebla. Sólo lamento una cosa... no poder parar a disfrutar de semejante espectáculo con calma y sacar la cámara de la mochila. Meto prisa a Lara para no entretenernos y conseguimos coger un ritmo bastante bueno, y miramos a uno y otro lado para empaparnos de naturaleza. Adelantamos a turistas andarines que no tienen prisa por llegar a ningún sitio concreto, aunque alguno hay que se plantea llegar al glaciar, preguntando a un montañero que baja "cuanto queda para el glaciar" (no pude evitar descojonarme por dentro). Caminamos y caminamos, haciendo alguna pequeña parada para beber y, de paso, admirar alguna de las numerosas cascadas que hay en el recorrido.
Circo de Soaso
La Cola de Caballo
El jueves 14 amanece un día perfecto. Por el tema de la nieve el Taillón queda descartado, y mirando el mapa, una buena alternativa quizá sea el pico que está frente al refugio, cosa que nos sugiere también el guarda. Salimos del refugio sin ninguna prisa y nos deleitamos con la montaña pirenaica, que tiene unas características diferentes a las que estamos acostumbrados. Aquí las dimensiones son mayores. Vamos parando a hacer fotos a charcos helados, a los picos... Yo me imagino las fuerzas que crearon estas montañas y que plegaron los materiales que las forman.
Hace frío, y por la noche lo ha hecho más (Perogrullo baja que subo yo), así que algún tramo enfangado está totalmente helado. Incluso se ven los cristales de hielo formados por capilaridad. Esto tiene un nombre, pero no consigo recordarlo, así que os pongo la foto y ya.
Lara en el Cuello de Millaris, con el Casco (dcha) y el Taillón de fondo
Llegamos al Cuello de Millaris (2457 mts), un collado desde donde se puede seguir hacia la Brecha de Rolando, bajar hacia Cotatuero o bien, nuestra opción, coger la cresta que sube hasta el Pico Tobacor (2779 mts). Nuestro camino desde el refugio hasta el collado llevaba un rumbo noroeste, y en él gira hacia el sur, por lo que hemos rodeado todo el Circo de Góriz. Es fácil imaginarse por donde bajaban los glaciares en el Cuaternario en este lugar, porque sus huellas al excavar profundamente los valles son bastante evidentes. El hielo colgado en las paredes de los tresmiles de la zona, como la Torre de Marboré, el Cilindro o Monte Perdido, y de otras cotas más bajas, incluido "nuestra" Punta Tobacor, confluiría en el Circo de Góriz, creando una lengua de hielo aún mayor, que se desplazaría lentamente hacia el Circo de Soaso, donde las paredes en artesa (verticales) y el fondo de valle plano son de libro. Entre ambos circos, además, un torrente subglaciar empezaría a labrar lo que hoy es el curso del río que forma la Cascada Cola de Caballo. Y el glaciar continuaría su camino valle abajo, modelando el valle de Ordesa a su paso, y juntándose con más lenguas glaciares, como la que bajaría del Circo de Cotatuero.
Las vistas son muy bonitas, y merecen con mucho el esfuerzo. Reponemos fuerzas con un "sopistán" y nos dedicamos a observar el paisaje, y a hacer fotos, claro. Por cierto, lo de la nieve a 2500 que nos dijo el de información el día anterior, nada de nada. Había a partir de 2700 mts y tampoco mucha, pero en algún tramo estaba algo durilla para la época del año.
Taillón, Falsa Brecha, Punta Bazillac, Brecha de Rolando y El Casco
Tampoco pudimos estar todo lo que nos hubiera gustado, pues ese mismo día teníamos que bajar y llegar a Sabiñanigo, así que emprendimos la marcha hacia el reffugio para comer allí. Los dos nos resentimos de nuestras pequeñas dolencias en las rodillas, por lo que no podemos darnos mucha prisa bajando.
Oscurece más y más deprisa, y apenas hemos alcanzado el bosque. Desde la parte de arriba de las clavijas, no hemos encontrado ni un alma, así que el resto del camino lo hacemos solitos, teniendo la sensación de tener que cerrar la puerta del lugar cuando salgamos. Forzamos la vista, acostumbrándola a la penumbra del bosque y de la noche, hasta el punto de intuir el relieve del camino, más que verlo, por lo que se sucede algún tropezón que otro. Al final, llega el momento de sacar la frontal, que está más oscuro que los cojones de un grillo. Este último tramo se nos hace interminable. Curvas y recurvas de pista, que intentamos recordar de nuestra subida, para hacer cábalas sobre cuanto nos queda para llegar. Y en un momento dado, escuchamos un ruido raro a nuestra espalda, nos damos la vuelta y parece como si una luz nos siguiera. Lo curioso es que a los dos nos da la sensación de que se mueve como si alguien fuese en bici. De la manera más tonta nos ponemos a pensar en las pelis de terror, en las que una pareja joven es atacada por el perturbado de turno con un hacha. Jajajaja. Así que no le quitamos ojo a la luz. Nunca se sabe (y si no se lo preguntais a Oli, que una vez, mientras dormía en su saco vio la silueta recortada de Pablo en la puerta de la cabaña del Agero, después de haber estado hablando esa noche sobre cosas por el estilo y...). Por fin llegamos al coche, y la luz y el ruido se fueron acercando hasta convertirse en el tintineo familiar de unos mosquetones chocando entre sí, colgando del arnes de una pareja de escaladores, que debían venir de la Pared del Gallinero. Así que la puerta de Ordesa la cerraron ellos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado... por el momento.